miércoles, 22 de octubre de 2008

Azares

Pues... Causas y Azares, chicos.


Busca una colina; será cuestión de suerte.
Y si la suerte no te olvida, mirarás el cielo, y verás la palabra precisa.
Una frase, una sílaba; brotará de la tierra para ser de tu mano tu arma.
Dispárala.

Verás que todo se olvida.

miércoles, 15 de octubre de 2008

No direction home 4

No direction home 4

Aprovechó el efecto sedante de su gin tonic para reflexionar. No era un gran bebedor, pero sabía apreciar el placer embriagador que producían los sabores amargos una buena ginebra, y si bien nunca se dejó ver realmente borracho, aquel día decidió hacer una escepción. El bar desembocaba en una calle donde el caos del tráfico lo alejaba con tan sólo mirarlo de sus queridos prados, retratados magistralmente por el continuo reptar del tren. Debía ser una zona céntrica de la ciudad. La gente entraba y salía continuamente de los comercios, bares y terrazas que a ambos lados de la ancha calle sembraban el ajetreo que se esparcía por las callejuelas adyacentes a la principal. Se sintió contaminado por aquel colectivo deambular. Sumido en este y otros pensamientos, decidió ponerse a trabajar.

Había matado a mucha gente. Las más de las veces por dinero, otras por necesidad, pero esta vez era diferente; no era droga lo que necesitaba. Esta vez lo haría por la única razón que los ojos de Dios podrían perdonar. Abandonó el local y abordó un taxi.
-Al hotel Moon, por favor- .

Se removió en el asiento, nervioso. Comenzó a sentirse mareado por la carrera y los nervios, así que bajó la ventanilla del copiloto, deseando que aquel viento le transportase a otro lugar.
Cada vez le gustaba menos la ciudad...
Cuando bajó del taxi, se detuvo a observar el hotel donde se hospedaba la primera pieza del puzzle que le permitiría llegar hasta el final.

NDH - Reflexiones sobre la cordura

Pertenece a la serie de No direction home, pero es un texto paralelo a los anteriores.


Reflexiones sobre la cordura (Unus)

No importaba la dosis. Nunca era suficiente. Deslicé dos pastillas más por mi garganta y me tumbé pacientemente sobre las sábanas a esperar que la química hiciese sus efectos y lo mereciese.
El cuerpo tranquilo, la respiración suave... Ya llega. Ya llega la noche, aunque el día siempre vuelve.

Cayó al suelo inconsciente.
“You know the day destroys the night, but night divides the day...”

martes, 14 de octubre de 2008

No direction home 3

Se ve que si, si tenía continuación.


No direction home3


-¿Disculpe?-.
-¿No me ha oido, acaso?- mantenía su sonrisa.
-Disculpe... -.
Comenzó a caminar contrariado por la escena en la que se había visto involucrado. No era la primera vez que veía a esa mujer.
- El mundo está lleno de locos...- susuró mientras se alejaba.

En cualquier caso, tenía trabajo, asi que se encaminó hacia la salida, sorteando los charcos que se formaban bajo las goteras que surcaban el tejado de la estación. Ya en la calle, sintió el frío. Desconocía la ciudad, pero supo dónde encontrar refugio un par de días, mientras esperaba la llegada de su paquete. Cuando llegó a su hostal, recomendado por las torpes indicaciones de unos muchachos, se preguntó qué clase de persona era la que se hospedaba en un antro como aquel. Su cuarto tenía humedades por doquier, sepultadas bajo cuadros de todo a cien. Una cama, una silla, un armario. No tardó en comprobar que las sábanas estaban húmedas y los muebles cubiertos de polvo.
Joder... Que delicia- masculló.
Tras arrojar con enfado su maleta sobre la cama, decidió que ya había pasado más tiempo del que podía soportar entre aquellas paredes sin haberse tomado un par de copas previamente. Un último vistazo a la habitación, y un portazo tras de si antes de salir a encontrarse con la ciudad que, bajo los primeros rayos del invierno, hacía tiempo le esperaba.

No direction home 2

Continúo con lo que empecé. Tal vez debería sorprenderme, pero esta vez tengo una idea. Un saludo.


No direction home2

Le gustaba viajar en tren. Le gustaba entretener el tiempo leyendo, durmiendo, o simplemente observando a los pasajeros, pero siempre con la certeza de que al levantar la mirada podría ver los campos y no la carretera. No negaba que ésta poseía también un inequívoco espíritu romántico, pero la carretera acarreaba un deje nostálgico y depresivo, muy lejano a su ideal de viajero errabundo y mundano.
En otras circunstancias hubiese disfrutado del viaje más de lo que le fue posible en aquella ocasión. Dedicó la mayor parte de su tiempo a esquivar los codazos que le propinaba su compañero, ajeno por completo a la molesta situación en que estaba colocando a su vecino hasta que por fin se bajó en la séptima parada, proporcionándole un breve descanso hasta su destino, en el que apenas si pudo malsoñar. Ni se planteó matar el tiempo leyendo a Kafka.


Cuando se sintió ya en tierra firme, comprobó la hora, y suspiró.
Justo a tiempo-.
Casi al instante, otro pensamiento cruzó su cabeza. Al mismo tiempo, sintió una voz a sus espaldas. Una voz de mujer.
Justo a tiempo... ¿Para qué?-.
Se dió la vuelta temeroso, para encontrarse con el rostro que parecía servir de eco a su conciencia. A pesar de sus rasgos de varón, no pudo sino concluir en que era preciosa. Divertida, repitió:
¿Justo a tiempo para que, amor?-.

lunes, 13 de octubre de 2008

No direction home

Subo este texto con la esperanza de completarlo más tarde. No me gusta ni mucho ni poco, últimamente sólo escribo inconexos.

No direction home

La mañana era reveladora. El frío y la niebla, unidas al vaho de su aliento y a las luces todavía inertes de la ciudad no podían si no ser descritas como el hechizo que rodea los perfumes de una partida turbulenta. Avanzó calle abajo paladeando amargamente su despedida, sorprendido por que esta fuera como siempre la había imaginado; más un deslizarse furtivo, que la bendición de una madre y un abrazo.
Llegó finalmente a la estación de tren, enfrascado en estos y otros tantos pensamientos de igual color y siniestra pincelada. Empujado por el frío, se refugió en un café a la espera de las 7:30. El local despedía una esencia romántica pasada ya de moda. Tan sólo contaba con dos mesas para atender a toda la clientela, así como una larga barra tras la cual se encontraba una recién fregada cafetera, una radio, y su malhomorado dueño. De no haber encontrado a aquel hombre con el delantal puesto, haría apostado que aquel hombre era marinero; su melena, teñida de canas, se recogía a si misma tras la calva que lucía sobre la frente, dejando libres sus ojos bajo los cuales crecía una barba mal cuidada. Sus manos y su rostro parecían realmente curtidas por el salitre y el frío, exactamente como recordaba las de los viejos marineros que jugaban a las cartas en las terrazas de los bares próximas al puerto hasta bien entrada la madrugada. Curioso, pensó.
Removió el azucar con la cuchara, y acercó los labios a la taza para comprobar la temperatura del café. Nuevamente pensó en la madre... Pensó en este y en todos los tormentos que al hombre le toca sufrir por haber nacido. Pensó en ellos mucho rato, hasta que la pequeña radio vino a despertarle de su ensueño. Bob Dylan.

Apuró su café y dejó el dinero sobre la mesa. No necesitó buscar el anden, pues también éste estaba donde se lo había imaginado. Se preguntó hasta que punto eran reales sus sueños, en los que sus fantasías premonitorias se revelaban más tarde como auténticas revelaciones acerca del futuro. Tal vez estaba perdiendo la cabeza.
Cuando se dispuso a subir al tren, canturreó:
-Like a rolling stone...- .