martes, 20 de noviembre de 2007

Soneto de la dulce queja

Este poema no es mio, y espero que nadie se salte este texto y me felicite por tan fabulosos versos, y mucho menos que me critiquen por ellos. Federico García Lorca. Es un soneto precioso, es un pequeño tesoro que me da verguenza publicar en mi blog, pero si alguien lo lee y le gusta pues puede merecer la pena. Brillante.

Soneto de la dulce queja

Tengo miedo a perder la maravilla
de tus ojos de estatua y el acento
que me pone de noche en la mejilla
la solitaria rosa de tu aliento.

Tengo pena de ser en esta orilla
tronco sin ramas, y lo que más siento
es no tener la flor, pulpa o arcilla,
para el gusano de mi sufrimiento.

Si tú eres el tesoro oculto mío,
si eres mi cruz y mi dolor mojado,
si soy el perro de tu señorío,

no me dejes perder lo que he ganado
y decora las aguas de tu río
con hojas de mi Otoño enajenado."

Sombra Nizarí

Tuve un proyecto, (un proyecto Nizarí) pero se me ha debido de olvidar poco a poco, porque no me veo con ganas de terminarlo. Dejo este "proyecto" aquí. En el, el asesino (o el hashshashin, o el nizarí) corre perseguido por su sombra (en noche sin luna... ¿recordais el anterior?) para alcanzar la cueva. El viejo de la montaña, la fortaleza de Alamut, símbolo de su tormento.
En un principio quise escribir un poema, luego dos y luego tres, y al final quedó en uno y esto, pero lo pongo porque así el día que sepa contaros el final de la historia os enterareis mejor de qué fué de nuestro amigo el asesino. Yo por ahora no lo sé. (¡Es por esto que no lo he escrito!).
En cuanto al título, pues... eh... Sombra Nizarí.
Es la primera vez que semi-explico un poema. No se muy bien porqué.
Que os guste.


Sombra Nizarí

La noche, el viejo y la montaña.
Y el asesino.
No lo entiende,
no se lo explica.

El asesino.
El asesino y su sombra.
Corre por el camino,
sabiendo tras de si la guerra;
clava su huella en la huella,
y desuella a cada paso la causa
que en la suela golpea sin pausa,
creciendo la copa del bosque,
¡Y ocultando a su vista la estrella!

El asesino alcanza la cueva.


Néstor Bellido // Rey Escarabajo

viernes, 16 de noviembre de 2007

La noche y el Hashshashín

Bueno, a este poema le he puesto la firma hace menos de dos minutos, y he decidido subirlo inmediatamente. Tengo que espabilar, supongo. No sabría muy bien cómo darle título, o mejor dicho, que título darle, pues como sucede frecuentemente, se me ocurren más de uno. Algunos de ellos podrían ser "Capitulillo, segunda parte", "Rosalía", "Sueños Nizaríes" o "La noche y el Hashshashín". Personalmente, me gusta mucho más este último, tal vez menos comprensible, pero más pretencioso y poético.
Se lo dedico a aquella presencia. Ella ya se conoce. Forma parte del sueño del Nizarí y está más viva que nunca en la noche del Hashshashín. Y puede que sin saberlo...

“La noche y el Hashshashin”

La noche.
La noche, y el arbol.
La noche, el arbol y la colina.
No lo entienden,
no se lo explican.

La noche.
La noche sin luna.
La noche se asombra;
y ante la gris atonía,
pregunta a su memoria,
¿Quien es ese hombre?
¿Hacia dónde se encamina?

Milagro de la noche,
o tormento de alma impía,
¿Es ficción o espejismo,
o quizás lujo en brujería?
¿Es posible aquella sombra,
en la noche tan vacía?

La noche.
Careta estéril de aberrante letanía;
Disfraz asíncrono de rareza ennegrecida,
maldice ante lo opaco del ser;
y condena su tristeza aborrecida.
Se une en la fonda su lloro,
a tan disparatada picardía...

Camina el hombre.
El hombre con su sombra.
La noche, le mira.
La noche, lo mira.

Mientras,
El hombre busca la luna,
para dar sentido a su agonía.

Néstor Bellido // Rey Escarabajo (Despite all my rage...)

Salvaje

O poema de la montaña, como os guste más.
Este poema tiene ya algún tiempo, y lo escribí en un momento en el que tal vez me cegaban más las emociones. Pero no creo que eso me pueda dejar de pasar en ningún momento, por lo que he decidido rescatarlo. Si no me gusta me lo merezco.
De todas formas, es una bonita cicatriz.

El amor... el amor.


SALVAJE (poema a la montaña)

Siete notas por compás,
Y niene sobre la colina…
¡ya es invierno para el oso!
A su cueva se encamina;
Cogiditos de una nube,
Los claveles le suspiran.

Los frutos sobre los campos;
Los salmones, río arriba.

Con los ojos entornados,
Exhala mueca vacía,
Tan solo otro verano;
¡el oso todo lo daría!
Su coraza de bronce,
y su yelmo de herrería.

Los frutos sobre los campos;
Los salmones río arriba.

Ni el glorioso naufragar,
Ni el color de su osadía,
Harán al oso despertar.
Ni violento palpitar;
Ni pociones de porfía...

Los frutos sobre los campos;
Los salmones río arriba.