martes, 17 de junio de 2008

Iota

Iota - ι

Comenzó a escribir muy atento a la música.
Diez, nueve, ocho...
La melodía era hipnótica. Era la más afilada de las lenguas que posee el látigo de siete puntas.
Siete, seis, cinco...
¿Cuantas millas recorrería junto a ella? Hasta el espacio. Y más; si le fuese posible, encontraría una ruta sin final hasta el final de lo posible, y quizás, quizás... mucho más.
Cuatro, tres, dos...
Dejaría a su paso polvo de estrellas, pero no para su regreso, sino para aquella alma que aún, ignorante de todo aquello, despertarse para unirse consigo en su interminable trayecto.
Uno...
Pero sólo por un tiempo.
Zero.
Todo lo que empieza acaba, pensó en aquel momento.

¡Estar vivo era algo tremendo!

domingo, 1 de junio de 2008

Zeta

Zeta - θ

Es curioso darse cuenta de que algunas veces las cosas que nos suceden pueden perder, por razones que resultan generalmente insuficientes, todo su romanticismo. Pensó en esto mientras se sentaba a observar la foto que reposaba sobre su mesa.
“¡Ay va la puta!” -pensó-. Y no le faltaba razón, desde luego.
La niña se llevaba la mano a la boca mientras, con su mirada perdida, destruía poco a poco las palabras que en otro tiempo hubiese utilizado para describirla. Su pelo era entonces el boceto inacabado de lo que más tarde sería una explosión de amor, un pulso acelerado, un lazo de oro exprimiendo, más y más al centro, un corazón. Toda ella, era fantástica, una sirena.
Tal vez -pensó- la turba que se adueñaba de su cuerpo tenía que ver con una gaviota.
Sobrevolaba las casas, se adentraba en el mar; pero jamás para morir, sino para vivir, vivir aquella experiencia que sería necesaria muchos años después, cuando de sus alas no quedasen más que dedos, y de su pico no hubiese más señal para el recuerdo que el rojo de unos labios.
Volaba en la corriente. Ulises enloquecía maniatado a su mástil. Las olas recortaban la silueta singular de aquella criatura indescriptible, y mientras la gaviota sólo alcanza a oir el crujir del velamen y la crudeza del mar, Ulises se muere. No puede preguntarse porqué. Es tan sólo una gaviota, pero es necesaria su presencia en la escena, tan necesaria como Dios o como el armonioso deambular de los planetas. Es vital.
La gaviota morirá con su recuerdo, y, a pesar de todos los credos y religiones, volverá un día convertida en el acto de su destino, exista o no el libre alvedrío. No importa, pues el amor es algo mucho más importante que la física y que las adivinanzas metafísicas que se nos plantean estando vivos.
Así lo pensó en aquel momento. Así dió su imaginación respuesta a tan maravilloso acertijo. Tambien pensó, que como cuento de niños, no estaba pero que nada mal, y después de esto, pudo dormir tranquilo.


Rey Escarabajo, 01- 06- 2008 (It's the Starman, waiting in the sky...)

Eta

Eta – η (interludio)

Parecía que el momento había sido elegido expresamente para desembocar en la indefinición. El momento era ese momento, y no śolo era, si no que no podia no ser.
Una mente matemática había dispuesto mediante las más perversas ecuaciones las pequeñas hojas que conformaban el arbol a modo de paisaje impresionista para provocar en la consciencia de su ser aquel estado inerte y perturbador.
Y pensó:

¿Hay vida en marte?
Los monos balanceándose...
Y el astronauta trapecista,
observándo aturdido la jungla;
¿Que esconde?

Sabía en su cabeza el más sentido surrealismo, pero, ¿que podia hacer?. Una frontera de religiones separaban las palabras y las reflexiones. Parecía imposible disociar las dos partes, átomo por átomo, que conformaban su pensamiento, creando la gran barrera que lo alejaba de su mundo y que teñía todas sus pasiones.

Rey Escarabajo (Se tendes mais poder que as humanas xentes...)