martes, 23 de septiembre de 2008

Duermevela

Pues esto es lo que tengo. Nada que decir acerca de el.

Duermevela

Al parecer, no tenía nada que decir. ¡Que capullo! Hacía falta muy poco para soltarle la lengua; un par de tragos le hubiesen ahorrado horas de persuasión.

Cerró los ojos para ver mejor y distinguió entonces un coche amarillo; Robert de Niro y Taxi driver...

Se despertó decepcionado. Había amanecido.

miércoles, 10 de septiembre de 2008

Fábula (Primera parte)

No se me ocurre cómo titular este texto, por lo que lo dejo sin bautizar hasta que llegue el momento en que el texto mismo quiera darse nombre. Tendrá continuación, o eso creo. Por ahora, la considero una fábula; sugún la Real Academia "8. f. Objeto de murmuración irrisoria o despreciativa.". Poco más que decir.
Un saludo.


Aquella alfombra mágica parecía haberse encaprichado con su ruta; dejando a un lado el mapa señalado, descendía en picado sobre las casas tan rápido como volvía a ascender, para medirse en velocidad con las gaviotas, que tras mantener desfiantes el vuelo, finalmente se posaban sobre los tejados, agotadas a causa de la carrera. Tras un millar de vueltas sobre la ciudad, y otras tantas sobre si misma, descendió suavemente sobre la carretera.

Ignoraba dónde estaba, aunque rápido se dio cuenta de que en cualquier caso, no estaba donde debería estar, por lo que se resignó a caminar sin rumbo fijo, confiando encontrar a alguien que le orientase.

Mientras caminaba, maldijo en su corazón aquel paseo. A pesar de lo emocionante del vuelo, pronto advirtió un agudo dolor en la cabeza y un ligero mareo, consecuencia sin duda de haber elegido viajar en la alfombra en lugar de haber viajado a ras de suelo, como una buena resaca que acompaña a una noche de desenfreno. No obstante, se permitía aún de vez en cuando estos caprichos, a pesar de sus ya conocidas consecuencias. Y en esto pensaba, mientras la música descendía por el callejón, pero era tal su dolor de cabeza y su ensimismamiento, que apenas fue consciente de la melodía que lo acompañaba hasta encontrarse a escasos metros de un anciano guitarrista, que, con su boina boca arriba, rasgueaba los acordes para ganarse la vida.

Se le antojó que aquel encuentro no había sido del todo casual; el anciano, disfrazado de Flautista, le había conducido por las calles de Hamelín hasta donde estaba, para introducirlo un una deliciosa fábula digna de los hermanos Grimm. Agradecido por haber encontrado un rumbo, lanzó una moneda a la boina, y se sentó a su lado de forma que pudiese observar la partitura. Cuando hubo acabado de sonar la guitarra, el Flautista comenzó a hablar.
-¿Conoce al maestro Tárrega?- Asintió.
-Entonces, seamos amigos. Tengo algo para usted, ¿se lo habían anunciado ya?-
-¿Perdone?-
-¡Oh no! Nada más lejos que lo que está pensando; no más música para el alma. Tome... ¡Cuidelo bien!-.

Recibió un papel arrugado. Espectante, miró con desconfianza cómo sus dedos volvían a la guitarra, y pasados unos segundos, dió media vuelta y reanudó su marcha, si llegar a reconocer la pieza que lo acompañaba.