Dseta – ζ
Break on trough.
Tras cometer otro de sus viejos errores, percibió que aquella sería la última oportunidad que tendría de fallarse a si mismo. Comprendió de alguna forma la situación que se le presentaba, y tal vez no estuviese preparado para ella, o tal vez lo estuviese más que nunca, pero no tenía posibilidad de elección, puesto que aunque resultaba irónico y curioso, la comprensión de la realidad en estas circunstancias exigía una cuidadosa decisión sobre dos alternativas, cada cual más terrible y más liberadora.
La primera era el desprecio de los valientes y el altar de los románticos. Así mismo, también era un tesoro repudiado eternamente por los necios de espíritu y un paraiso oceánico para aquellos que ya no alcanzaban a oir ninguna voz. También un interrogante, una jugada arriesgada para un valeroso jugador. Pero no; sin saber porqué, dijo no.
La otra sería tanto o más difícil que la anterior, sería un promesa a su conciencia. Sería una dura batalla.
Implicaba El Cambio.
Y eligió.
lunes, 12 de mayo de 2008
Epsilon
Epsilon - ε
Money for something.
Vio muchas caras conocidas aquella noche. Pocos amigos, pocos compañeros, pocos conocidos, en realidad; pero por otra parte, de haber sabido dibujar, podría haber definido sobre papel el rostro de todos aquellos con los que compartió palabras, y con otros, algo más.
Se sentía alegre, y pronto advirtió la esencia de lo que allí sucedía. No era una situación que conociese, pues no sucede frecuentemente cuando uno vive de cortar margaritas.
Aquella noche tenía un aire de misterio y de peligro que sólo puede significar una cosa, tenía un reflejo premonitorio en cada espejo que lo observaba, tenía un saludar sonriente, y una serpiente enroscada...
Le resultaba complicado describirlo sin contar con la anécdota, y por ello sólo confesó aquella historia a sí mismo, confinando el secreto a sus versos, aguardando desde su lápiz hasta su cuaderno a quien supiese atenderlos.
Ocurrió algo, entre música y copas. Gente y más gente. Gritó a la nada un todo muy sincero, se sintió alegre y casi converso, y luego, regresó a casa, pensando en qué haría mal cuando dibujase aquel recuerdo.
* * *
¿Amor? ¡Como emponzoñaba su esfuerzo! Y en aquella ocasión, le desconcertó por completo.
Money for something.
Vio muchas caras conocidas aquella noche. Pocos amigos, pocos compañeros, pocos conocidos, en realidad; pero por otra parte, de haber sabido dibujar, podría haber definido sobre papel el rostro de todos aquellos con los que compartió palabras, y con otros, algo más.
Se sentía alegre, y pronto advirtió la esencia de lo que allí sucedía. No era una situación que conociese, pues no sucede frecuentemente cuando uno vive de cortar margaritas.
Aquella noche tenía un aire de misterio y de peligro que sólo puede significar una cosa, tenía un reflejo premonitorio en cada espejo que lo observaba, tenía un saludar sonriente, y una serpiente enroscada...
Le resultaba complicado describirlo sin contar con la anécdota, y por ello sólo confesó aquella historia a sí mismo, confinando el secreto a sus versos, aguardando desde su lápiz hasta su cuaderno a quien supiese atenderlos.
Ocurrió algo, entre música y copas. Gente y más gente. Gritó a la nada un todo muy sincero, se sintió alegre y casi converso, y luego, regresó a casa, pensando en qué haría mal cuando dibujase aquel recuerdo.
* * *
¿Amor? ¡Como emponzoñaba su esfuerzo! Y en aquella ocasión, le desconcertó por completo.
jueves, 8 de mayo de 2008
Delta
Delta - δ
Riders on the storm.
No tenía mucho tiempo para pensar. En realidad, no quería tenerlo.
Las voces eran atronadoras. Su cabeza parecía ser el epicentro de una gran cacofonía propiciada por las dudas, el miedo, y otras bestias nacidas para hacer sufrir a su cerebro. La culpa, la culpa por lo intrínsecamente propio, el ser corrupto desde el nacimiento estaba dentro de él, saturándolo todo de un perfume insoportable. Era el Pecado Original.
¿Cómo podría él defenderse? Lo común era la retirada; el desentenderse de tal carga era algo comunmente conocido como la felicidad. Ni le seducía ni le parecía plausible esta alternativa. No podría.
¡Esperanza!
* * *
Money for nothing.
Al despertarse aquel día le pareció que todo seguía exactamente igual, tal y como él lo había dejado. Y le parecía terrible; ¿no había confiado horas atrás en la esperanza?. Tal vez habría pedido un milagro, una súbita transformación del mundo y de su gente, una respuesta escrita sobre una pequeña nota en su mesilla de noche... Pero no, Todo seguía igual.
Pensó en gritar por la ventana, en saltar por ella, forzándo así el deseado milagro y descubriendo una pequeña parte de la mesa que se esconde bajo el mantel a cuadros. Correr por la calle, gritar por la maleza, o incluso, haciendo caso de aquel desgarrador verso, recortarse en punta las orejas. ¿Porqué no?. Nada tenía de raro ansiar un sentido físico de aquel disparate abstracto; por la contra, le hubiese gustado sangrar por la boca y las orejas, caerse al suelo y sufrir lentamente por vez primera en su piel aquello que día tras día le hacía sufrir sin dejar un rostro o emisario.
Nunca ocurría el milagro.
Riders on the storm.
No tenía mucho tiempo para pensar. En realidad, no quería tenerlo.
Las voces eran atronadoras. Su cabeza parecía ser el epicentro de una gran cacofonía propiciada por las dudas, el miedo, y otras bestias nacidas para hacer sufrir a su cerebro. La culpa, la culpa por lo intrínsecamente propio, el ser corrupto desde el nacimiento estaba dentro de él, saturándolo todo de un perfume insoportable. Era el Pecado Original.
¿Cómo podría él defenderse? Lo común era la retirada; el desentenderse de tal carga era algo comunmente conocido como la felicidad. Ni le seducía ni le parecía plausible esta alternativa. No podría.
¡Esperanza!
* * *
Money for nothing.
Al despertarse aquel día le pareció que todo seguía exactamente igual, tal y como él lo había dejado. Y le parecía terrible; ¿no había confiado horas atrás en la esperanza?. Tal vez habría pedido un milagro, una súbita transformación del mundo y de su gente, una respuesta escrita sobre una pequeña nota en su mesilla de noche... Pero no, Todo seguía igual.
Pensó en gritar por la ventana, en saltar por ella, forzándo así el deseado milagro y descubriendo una pequeña parte de la mesa que se esconde bajo el mantel a cuadros. Correr por la calle, gritar por la maleza, o incluso, haciendo caso de aquel desgarrador verso, recortarse en punta las orejas. ¿Porqué no?. Nada tenía de raro ansiar un sentido físico de aquel disparate abstracto; por la contra, le hubiese gustado sangrar por la boca y las orejas, caerse al suelo y sufrir lentamente por vez primera en su piel aquello que día tras día le hacía sufrir sin dejar un rostro o emisario.
Nunca ocurría el milagro.
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