No es un poema, no son versos. Ni siquiera un cadáver exquisito. Es surrealismo. Todo aquello que no debería escribir, ni publicar. Un saludo.
Medusas.
Oooh!
Tengo un coro de medusas para mí solo...
En un papel, escapando del tiburón.
El tiburón no tiene dientes, los ha perdido todos.
Tiene un diente robado, grande, muy grande.
Trece quilómetros, tal vez.
Sobresale del papel.
El mango es de nácar, y tiene rubíes dorados.
Doble filo.
¡Corre tras las medusas!
Le animo y me pregunto;
¿Tendran sangre las medusas?
Quiero ver su sangre, quiero algo de su sangre.
Beberla, tal vez.
Son 50 medusas, por lo menos...
El tiburón las alcanza.
Pero ya no quiero el tiburón.
Arrojo mi mano, una cadena sale de mi hombro.
Una cadena de castillo de cuento...
Engrasada de sangre.
La mano avanza hacia el papel.
La punta del cuchillo la atraviesa,
pero continúa adelante y a través.
Se hunde en el papel.
Se acerca al tiburón, y chasquea como el látigo.
El tiburón se retuerce... se retuerce y muere.
Flota.
Mi cabeza se dispara.
Se separa de mi cuerpo, y rebota en el techo.
Mi nariz dice “¡AVANZA!”
La cadena se mueve hacia dentro.
La mano vuelve a mi cuerpo.
Las medusas cuentan cuentos.
¡El tiburón esta muerto!.
La habitación es de un almacén.
La bombilla parpadea... y se da la vuelta.
Se rie de mi.
Mi mano la estrangula.
A oscuras, busco las medusas.
Mi mano las encuentra.
La cadena se mueve hacia dentro...
Se escucha un sonido “Clac”
Y mi brazo retorna a mi cuerpo.
Silvo.
Dos armadillos recuperan mi cabeza,
y la devuelven a mi cuerpo.
Me como las medusas...
Y sentado en la cumbre de un arbol,
Siento la soga atada a mi cuello.
Las medusas me empujan...
Yo no lo entiendo.
Néstor Bellido Rodríguez. (We go to a hidden place...)